El neoliberalismo es una corriente ideológica de economía basada en los principios económicos del liberalismo de los siglos XVII y XVIII cuyos máximos representantes fueron Adam Smith y David Ricardo.
Sus principios se basan en la expresión “laissez-faire, laissez passer”, es decir, en la supremacía del mercado y en la mínima intervención del estado en la economía.
El keynesianismo, por el contrario, cree que el estado debe intervenir en la economía para hacer menos intensos los ciclos de la misma y para conseguir el pleno empleo. Está basado en las ideas del economista John Maynard Keynes.
Las ideas de Keynes eran las dominantes después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en la década de los años setenta llegó una crisis económica donde hubo estanflación, inflación sin crecimiento, lo cual no era posible en el marco del keynesianismo.
Por ello, tuvieron mucho auge las ideas neoliberales, que surgieron como solución a los problemas existentes. Los principales defensores de dichas ideas fueron Friedman y Hayek, y los gobiernos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el General Pinochet, algunos de sus principales defensores.
La crisis del 2008, sin embargo, con la intervención de los estados y los bancos centrales en la economía para evitar la quiebra de los sistemas financieros, puso en crisis las ideologías neoliberales, pues demostraron que éstas no valían para solucionar los problemas de la economía en momentos de crisis sistémicas.
¿Y ahora qué? ¿Cuáles son las ideas correctas, las keynesianas o las neoliberales?
El autor de este artículo es ecléctico, pues considera que de ideas antagonistas es posible escoger lo más interesante de cada una de ellas para formar una nueva doctrina. El mundo, sin embargo, es bipolar, y cual si fuera un partido de futbol del Real Madrid vs. Barcelona, mucha gente defenderá a ultranza una de las dos posibilidades como si fuera la solución a todos los problemas.
La crisis del 2008 podría ser encuadrada bajo los ciclos de Kondratieff los cuales hablan de ciclos económicos de casi cien años. En los mismos hay unas fases de crecimiento y otras de inflación y finalmente de crisis que podrían encajar perfectamente con la evolución de la economía desde la Segunda Guerra Mundial (crecimiento) crisis de los años 70 (inflación) y finalmente crisis del 2008.
Para salir de estos ciclos, no valdría con la aplicación a ultranza de cualquiera de los principios antagónicos mencionados anteriormente, sino un análisis en profundidad de las verdaderas causas de los ciclos económicos a largo plazo, y las medidas que se podrían tomar para solucionarlos.
En el caso de la crisis del 2008, donde todos estamos de acuerdo en que hubo una gran burbuja inmobiliaria (precedida de una burbuja de las empresas punto.com), la cuestión es ver porqué se produjo dicha burbuja.
Explicaciones como que los bancos prestaron demasiado, o que los ciudadanos se endeudaban por encima de sus posibilidades son razonamientos que describen lo que pasó, pero no sus causas.
La realidad es que, tras un periodo de alto crecimiento de la economía mundial, el ahorro global aumenta, lo que se transforma en cantidades ingentes de inversión. Esta fue en primer lugar a las empresas punto.com, pero por una cuestión de “timing”, los rendimientos no fueron los esperados, y se produjo la primera burbuja.
La Fed bajó los tipos y se produjo la segunda burbuja, la inmobiliaria. El resto es conocido. La cuestión es cómo salir de esta situación de crisis actual, donde a la política no convencional de los bancos centrales se suma a la aparición repentina, tras la pandemia, de la inflación.
Lo cierto es que las crisis sistémicas, que lo son por la potencial quiebra de los bancos comerciales, son realmente crisis de deuda, donde los endeudados no son capaces de hacer frente a sus préstamos. Es por ello, entre otras cosas, que los tipos de interés han estado tan bajos en estos últimos años.
Así, la solución a la crisis de deuda es proponer, de alguna manera sofisticada, la reducción del pago de los préstamos a nivel internacional por parte de los acreedores. Esto supondría una pérdida de riqueza por parte de los prestamistas, pero de no hacerlo, podría suponer una pérdida aún mayor.
En definitiva, discutir si los neoliberales o los keynesianos tienen razón, no deja de ser una discusión bizantina, mientras los turcos están asaltando las murallas y, esperemos que no, arrasando con todo.