En su libro “Capitalismo Progresista”, Joseph Stiglitz nos presenta una visión actualizada de cómo debería ser el capitalismo de hoy en día teniendo en cuenta las nuevas realidades del mismo como son la globalización, la financiarización de la economía, las nuevas tecnologías y finalmente el poder de mercado de las grandes corporaciones.
Lo que él defiende es que el mercado por sí mismo no genera una situación satisfactoria para la economía y que el estado debe regular dichos mercados para que no se produzca una situación de abuso de poder por parte de las grandes corporaciones.
Así, las leyes antimonopolio se pueden considerar como obsoletas y, por ejemplo, no impiden las fusiones preventivas, donde un actor importante del mercado compra a uno más pequeño para evitar una competencia futura.
Otro ejemplo de abuso de poder por parte de las grandes corporaciones puede ser el del uso de las patentes. La complejidad de las patentes hace que las grandes corporaciones tengan grandes departamentos especializados en patentes. Las nuevas empresas que intentan hacerse un hueco en el mercado no pueden competir en esta situación, pues cualquier innovación requiere estar en posesión de varias patentes. La regulación actual de las patentes puede hacer que en vez de favorecer la investigación, esta impida que haya nuevos actores en el mercado.
Por supuesto la regulación por parte del estado debe ir dirigida a profundizar en la competencia y en corregir el funcionamiento de los mercados, sin apartarse de la esencia del capitalismo.
El principal peligro de esta regulación por parte del estado es que no se haga pensando en el bien común sino en los intereses particulares de algún sector de la sociedad.
En España, en años precedentes, la corrupción política ha llegado a niveles muy elevados, esto hace difícil que las decisiones políticas puedan tomarse pensando en el bien común. En cierto modo, para que haya una mala intervención del estado, es mejor que no haya ninguna.
Pero sí es posible mejorar la toma de decisiones del estado. Para hacerlo serían necesarios ciertos cambios. En primer lugar, debería haber una separación de poderes. La justicia debería ser independiente y el poder legislativo y el ejecutivo deberían estar separados a través de elecciones independientes a cada uno.
Además, debería haber, para el poder legislativo, elección directa de diputados de distrito mediante el sistema mayoritario uninominal. De esta manera la regulación del estado de la economía se haría de una manera democrática y más eficaz, ya que se mejoraría el proceso de toma de decisiones.
En España muchas empresas multinacionales tienen márgenes más elevados que lo que tienen en otros mercados, debido precisamente a la falta de competencia y a la regulación deficiente.
Es cierto que también existen mercados donde la competencia es abierta, como por ejemplo el mercado textil. La existencia de muchos actores en este mercado hace que los precios para el consumidor sean competitivos y que, además, hayan surgido empresas como Inditex que han conseguido tener éxito a nivel internacional. Esta debería ser la regla y no la excepción.