El término “nueva economía” fue creado a finales de los años 1990 para describir la evolución de una economía basada principalmente en la fabricación y la industria a una economía basada en el conocimiento, debido en parte a los nuevos progresos en tecnología y a la globalización económica.
El éxito de la “nueva economía” es indudable. El NASDAQ (bolsa norteamericana que incluye a las empresas de alta tecnología), por ejemplo, se situó en 2020 en 12.888,28 puntos, alrededor de 4.155 puntos más que el año anterior, un aumento de aproximadamente el 48%.
La nueva economía ha traído un cambio en la estructura empresarial mundial. Existen empresas que son de la nueva economía al 100%, pero también las empresas tradicionales se han adaptado y utilizan las nuevas tecnologías.
Una de las características de estas empresas es que no son intensivas en capital, sino en conocimiento. Las inversiones necesarias para su funcionamiento son menores, lo que hace que puedan surgir con facilidad. El mito de que alguna de las grandes empresas de este sector empezó en el garaje de la casa de su fundador es cierto.
El que las empresas de la nueva economía necesiten menos capital, puede explicar también el que haya un exceso de capital global, que no encuentra proyectos productivos en los que invertir. De ahí, que mucho de este capital termine en proyectos especulativos y que los tipos de interés, por efecto de la oferta y la demanda, bajen.
También es de destacar que los costes variables de estas empresas son mínimos, de tal manera que una vez que pasan el umbral de rentabilidad, sus beneficios son muy importantes. Esta característica hace también que exista una tendencia entre estas empresas al monopolio, ya que cuanto mayor volumen se tenga, mayor rentabilidad se consigue.
Las empresas de la nueva economía también hacen más fácil la expansión de la nueva tecnología. Ésta es fácil de copiar por lo que puede ser utilizada por otras empresas del sector.
La globalización es una de las consecuencias de la proliferación de este tipo de empresas. La información viaja a una alta velocidad y es fácilmente almacenable. Es posible integrar métodos de producción lejanos geográficamente.
Esta globalización hace que se produzca un cambio en la estructura del mercado laboral. Así, las tareas de menor valor añadido se pueden desarrollar en países lejanos, con un coste menor, y los trabajadores de los países desarrollados que realizaban este tipo de tareas ven como sus puestos de trabajo se desplazan a estos otros mercados.
La economía, sin embargo, se hace más productiva y, en general, todos los trabajadores se ven beneficiados.
Algunos sectores que se ven especialmente afectados por la irrupción de las nuevas tecnologías son el financiero y el de la distribución.
El sistema financiero siempre ha sido un sistema basado en la información. No produce nada físico. Con las nuevas Fintech, el tratamiento de la información ha mejorado, con lo que las transacciones monetarias son más seguras y eficientes, involucrando además al cliente final en las mismas.
Además, han surgido las criptomonedas, las cuales, a través de la tecnología blockchain, ofrecen la posibilidad de que existan monedas encriptadas que en un futuro puedan sustituir a las monedas existentes.
La venta a domicilio también ha tenido un efecto disruptivo. Siempre existió la venta a domicilio por catálogo, pero empresas como Amazon aspiran a ofrecer el 100% de los productos en el mercado a través de internet, aprovechando una mayor eficacia en la logística gracias a las nuevas tecnologías.
En definitiva, la nueva economía es ya una revolución totalmente consolidada y con gran potencial de crecimiento, que, sin embargo, produce cambios en la estructura económica que se deben tener en cuenta para compensar a aquellos agentes económicos que se puedan ver perjudicados por un cambio tan potente.