Hablemos de la Unión Europea y sus principales problemas de estructuración y económicos. ¿Cuál fue su fundamento? ¿Qué pasa con el euro?
El proceso de unión europeo surgió, sobre todo, como reacción a la Segunda Guerra Mundial, para evitar nuevos enfrentamientos entre los países europeos y conseguir un tamaño económico suficiente para poder competir con las otras superpotencias.
La filosofía detrás de esta unión era que una unión económica finalmente traería una unión política. Así se fueron creando mercados sectoriales, un mercado común y finalmente una unión monetaria.
Sin embargo, este proceso de unión tiene ciertos problemas estructurales que pueden hacer que su funcionamiento no sea el adecuado, como ocurrió durante la crisis del 2008, con las ineficiencias de las que hizo gala.
Unión Europea, problemas desde la base
El principal problema de la Unión Europea radica en la desigualdad de las economías del norte las del sur. Así, por ejemplo, los países del sur de Europa tienden a tener déficits públicos más altos que el norte. En 2018 Italia tuvo un 2,1%, y España un 2,5%, mientras que por ejemplo, Alemania y Países Bajos tuvieron un superávit ese mismo año del 1,7% y del 1,5% respectivamente.
En cuanto al PIB per cápita, en 2018, las cifras de Alemania y Países Bajos son de 41.350€ y 46.820€ respectivamente, mientras que las de Italia y España son 29.610€ y 26.420€ respectivamente. En cuanto al desempleo, Alemania y Países Bajos tienen, en 2020, una tasa de 3.2% y 2,9% respectivamente, mientras que España e Italia tienen unas tasas de 13,7% y 9,8% respectivamente.
Moneda única ¿una ventaja para todos?
La existencia de una moneda única no ayuda a disminuir estas diferencias. Normalmente, las monedas de las economías menos competitivas se devalúan, haciendo que sus productos puedan competir mejor. Con el euro esto no es posible, y muchas empresas del sur de Europa se ven obligadas a cerrar, al no poder sobrevivir en un mercado único.
Además, la moneda única tiene otro efecto negativo para los países del sur de Europa. Alemania tiene un superávit comercial muy grande con los países extracomunitarios. Esto hace que el euro se aprecie y que los productos de los países del sur de Europa, y sus servicios, como el turismo, sean menos competitivos.
Del mismo modo, cuando se producen diferencias económicas de este estilo, los países consiguen disminuirlas a través de sistemas fiscales redistributivos. De tal manera que los países más ricos, o las regiones más ricas, pagan más, y se produce una transferencia de rentas de las zonas más ricas a las más pobres. Esto no ocurre en Europa, donde cada país tiene su sistema fiscal independiente.
Debido a que la unión política en Europa es más débil que la económica, ya que, por ejemplo, no existen unas elecciones a nivel europeo al poder ejecutivo, es muy difícil que surja políticamente un impulso para solucionar esta divergencia económica. Además, tras la crisis de 2008, que afectó en mayor medida a los países del sur de Europa, las diferencias se han acentuado.
La situación final es que los países del sur de Europa tienen sus finanzas en peor estado que los países del norte por estas circunstancias, entre otras. Sin embargo, y debido a la propia existencia del euro, los países del norte no pueden desentenderse de los países del sur, pues una posible quiebra de éstos podría significar una quiebra del conjunto de los países de la moneda común.
¿Cuál es la mejor solución?
La solución a esta situación estaría, en primer lugar, en la adopción del ya mencionado sistema fiscal común. Es difícil imaginar, en cualquier caso, que los países del norte estén dispuestos a aceptar transferencias de rentas a los países del sur.
La manera correcta de salvar esta divergencia es que los países europeos, finalmente, dejasen de ver sus economías y empresas desde una perspectiva nacionalista. Por ejemplo, en el sector del automóvil, cabe señalar cómo las empresas alemanas sólo deslocalizan aquellas tareas de menor valor añadido, como la producción, y no otras de mayor complejidad, como la investigación y el desarrollo.
Con este modelo nacionalista de empresas, donde se prima el país de origen de la empresa, los países menos desarrollados encuentran dificultades en competir con otras empresas más avanzadas.
La solución estaría primeramente en la adopción de un sistema fiscal común.
En definitiva, sólo cuando se consiga tener una visión realmente europea de la economía, donde las empresas desarrollen su actividad por igual en todo el territorio, mirando únicamente a su rentabilidad y sin importar su país de origen, se conseguirá disminuir las diferencias económicas entre los países de la Unión Europea.
En ese momento, además, se podrá abordar una unión política mayor que la existente actualmente, pues los países europeos serán más homogéneos y por tanto estarán más predispuestos a profundizar en su unión.