En la ideología económica existe un gran antagonismo entre aquellos que defienden el libre mercado a ultranza, normalmente liberales y de derechas, y los que defienden que los mercados deben ser intervenidos por los gobiernos, normalmente keynesianos y de izquierdas.
En el fondo de ambas ideologías subyace la idea de que el libre mercado favorece a las empresas y a las clases altas, con más poder económico, y que la intervención del estado favorece a las clases más bajas, más débiles económicamente y que necesitan de la protección del estado.
Esto no tendría por qué ser así. El libre mercado podría favorecer a las clases más bajas si estos tuvieran más fuerza de negociación. Por ejemplo, si hubiera escasez de mano de obra, los salarios subirían y el mercado favorecería a las clases más bajas. Este no suele ser el caso.
Los extremos en la intervención del estado en los mercados se han podido ver recientemente en Venezuela. El régimen de Chaves expropió empresas y tierras y además reguló el precio de productos básicos, lo que finalmente llevó a una crisis económica sin precedentes.
Por otro lado, los Estados Unidos de América suelen representar el extremo de mayor libertad de mercado, lo que, sin embargo, también le hace sufrir imperfecciones en su economía. Así, Stiglitz, en su libro “Capitalismo progresista” nos señala algunos problemas del sistema de libre mercado norteamericano.
En general éste resulta en una posición de dominio de mercado de las grandes corporaciones. Por ejemplo, las patentes hacen que sea difícil para las pequeñas empresas irrumpir en un mercado donde las grandes corporaciones tienen grandes departamentos dedicados únicamente a demandar a aquellas empresas que no cumplan con estrictas normas de patentes.
Otro ejemplo es el de las fusiones preventivas, donde grandes corporaciones compran pequeñas empresas con gran potencial para evitar que pudiera llegar a ser competidoras suyas en el futuro.
En ambos casos el perjudicado es el ciudadano o consumidor que ve como en un mercado no regulado las grandes corporaciones tienen una gran ventaja que hacen que puedan cobrar por sus productos más de lo que realmente deberían cobrar.
Uno de los mercados más intervenidos es el mercado laboral. En principio éste se rige también por la oferta y la demanda, pero el salario mínimo, así como todas las normas laborales (p.ej. jornada de 40 horas) también se supone que han ayudado a defender a la parte más débil, en este caso los trabajadores.
Siempre queda la duda de si esta intervención no tiene su lado negativo y en ciertos casos hace que no se creen puestos de trabajo.
Recientemente existe el debate sobre si se debe intervenir en el mercado de la vivienda. Los altos precios de los pisos y en especial del alquiler, en un producto tan básico como la vivienda, hacen que en algunas ciudades europeas y quizás en la próxima ley de la vivienda en España, se intervengan los precios del alquiler.
De nuevo, los beneficios y perjuicios de una medida así están por ver. Por razones ideológicas unos estarán a favor de intervenir los precios del mercado y otros estarán en contra. Lo importante es que los datos objetivos hagan ver cual de las dos opciones es la conveniente. Tarea que no es fácil.
En definitiva, estar a favor del libre mercado o de la intervención del gobierno en el mismo, no debería ser una cuestión ideológica. En algunos casos será conveniente lo uno y en otros casos lo otro.