El mercantilismo, entre otras cosas, buscaba la acumulación de riquezas del país, principalmente a través del acopio de metales preciosos. La economía clásica puso el énfasis en la producción. Así, hasta hoy, se mide sobre todo lo que una economía puede producir anualmente, siendo el principal indicador el PIB, y no tanto la riqueza que puede acumular.
Sin embargo, es importante saber cuánta riqueza los agentes económicos pueden acumular, y para hacerlo, se debe tener en cuenta la durabilidad de los activos en cuestión. En otras palabras, yo puedo acumular una casa que probablemente dure 100 años, pero acumular fruta, que se estropearía, es, seguro, más difícil.
Existen varios bienes en los que se suele invertir para acumular riqueza: el sector inmobiliario, la propiedad de los bienes de producción (principalmente en forma de acciones) y metales preciosos. También se puede prestar la riqueza, en forma de deuda, asegurándose un retorno de la misma.
Los bienes en los que se acumula riqueza pueden tener dos tipos de rendimiento. El primero es el rendimiento que puede generar el mismo (en una casa, el alquiler; en una acción, el dividendo) pero también importa el beneficio que se puede obtener por la venta del mismo. Así el oro no genera beneficio, pero es un valor de inversión porque suele revalorizarse y aumenta su precio de venta.
La cuestión es que, aunque la economía crezca, muchos de los bienes en los que se puede acumular la riqueza no lo hacen. El suelo es el que es y no se puede crear más suelo (aunque se pueda liberalizar el mismo para poder construir más). Esto explica, en parte, que el precio relativo de la vivienda sea cada vez más caro.
Del mismo modo, cuando una economía crece, el porcentaje de bienes de consumo comparado con los de acumulación de riqueza disminuye. Es decir, una vez que tengo satisfechos los bienes básicos de consumo, lo sobrante lo acumulo. En definitiva, los bienes de acumulación de riqueza aumentan cada vez más de valor relativo.
Esta riqueza puede que no sea rentable acumularla en los sectores descritos anteriormente (vivienda, acciones, metales), y entonces se suelen prestar, si existe alguien interesado en tomarla prestada, por un tipo de interés dado. En ese sentido, a los propietarios de la riqueza les interesará que haya gente interesada en tomarla prestada, para conseguir un rendimiento.
Por ello, según la economía crece y produce más, curiosamente, aumenta la deuda, que es lo que está ocurriendo actualmente, y lo que ocurrió en los años previos a burbujas inmobiliarias y crisis de deuda como la crisis del 2008.
Cuando la riqueza acumulada aumenta su importancia relativa, tienen lugar varios fenómenos. El primero es que el valor de las acciones sube, por lo que el rendimiento que se exige a las empresas de las que son propietarias, también sube. Es por eso, que a las empresas siempre se les exige un crecimiento en su beneficio, no vale empatar con el año anterior.
La vivienda también sube, por ello se produce la paradoja de que, aunque el mundo sea cada vez más rico, sus habitantes puedan vivir cada vez peor, porque un bien básico, como es la vivienda, cada vez es más difícil de obtener.
Y finalmente, la deuda crece, hasta el punto de que puede llegar a ser difícil su devolución. Para evitarlo, a veces los tipos de interés bajan hasta niveles inauditos, como el cero por ciento, pero el capital de los bienes a comprar aumenta (p.ej. el precio de una casa).
Las burbujas financieras son a veces difíciles de explicar. La burbuja de los tulipanes en Holanda significó un aumento de su valor que finalmente explotó. Pero se produjo, sin duda, porque la economía holandesa producía una riqueza que no tenía en qué acumularla si no en tulipanes, cuyo valor finalmente se vio que no era tal.
La crisis inmobiliaria y financiera del 2008 fue debida a un trasvase de riqueza al sector inmobiliario y de bolsa, al que se unió la crisis de deuda, a través de las hipotecas subprime, porque se producía riqueza que no había manera de acumularla, hasta que el valor de estos bienes subió tanto que era demasiado elevado, o simplemente no se podía devolver la deuda necesaria para adquirirlos.
Sin duda, una mejor distribución de la riqueza haría que este efecto disminuyera, pero, sin duda, una de las claves podría ser la de conseguir una producción de la economía más equilibrada, donde primase no tanto la cantidad de lo producido sino la calidad y el equilibro del mismo, y la riqueza acumulada no estrangulase el resto de sectores de la economía.