Keynes dijo hace cien años que al ritmo que llevaban las mejoras tecnológicas en la economía, en el año 2030 solo se trabajarían quince horas a la semana. Todo apunta a que se equivocó. El mundo optó por seguir trabajando largas horas y ser más rico.
Pero lo que Keynes estaba diciendo es que un aumento en la productividad puede llevar a un menor número de horas de trabajo, y seguir produciendo lo mismo.
La jornada laboral de cuatro días
Existe hoy en día el debate sobre si es conveniente la implantación de la jornada laboral de cuatro días. Es una opción, pero esta sólo se podrá hacer si va precedida de aumentos en la productividad, si es que no se quiere que los salarios disminuyan.
Los Estados Unidos tienen una renta per cápita mayor que Alemania. Esto es así porque los americanos trabajan más horas, ya que las vacaciones de los alemanes son más largas. En otras palabras, si los americanos mejorasen su productividad podrían disfrutar de vacaciones más largas, cobrando el mismo sueldo.
En definitiva, una mejora en la productividad puede traducirse en un aumento en la producción o en un acortamiento en las horas empleadas.
Productividad, la clave para reducir la jornada laboral
La cuestión, claro, es cómo mejorar esa productividad. La primera manera es con el tiempo. El repetir la misma tarea o, mejor dicho, el que las empresas repitan la misma tarea una y otra vez, debe hacernos mejorar cada vez la manera en que hacemos dicha tarea. Simplemente la inercia debería hacernos mejorar la productividad.
La investigación y el desarrollo también debería hacernos mejorar la productividad. De hecho, se podría decir, que la investigación y el desarrollo están únicamente para mejorar la productividad.
Para que el I+D aumente, debe haber sin duda una inversión en investigación básica a largo plazo por parte del estado, que repercuta también en la investigación aplicada.
Las nuevas tecnologías influyen también, y mucho, en el aumento de la productividad. Muchas de las tareas que realizan las nuevas tecnologías no son sino tareas que ya se hacían anteriormente, pero con una mayor productividad.
La venta por catálogo ya existía antes de Amazon, pero la eficiencia de los sistemas de esta empresa hace que la venta a domicilio tenga ahora mucho más éxito.
La burocracia, (el poder de los escritorios – del francés buro/escritorio) se verá fuertemente reducida con las nuevas tecnologías, ya que el “papeleo” se hará de una manera mucho más eficaz.
El problema viene si un descenso de las horas necesarias de trabajo se aplica un poco a todos los trabajadores, manteniendo el salario, o sólo a los que se vean afectados al 100% por una sustitución en su antiguo puesto de trabajo, que le lleve al paro. De ser este último el caso, debería haber una cierta solidaridad entre los que se beneficien del cambio tecnológico y los que se perjudiquen.
Que un avance tecnológico lleve a la reducción de horas trabajadas en vez de a un aumento de la producción también depende del grado de satisfacción material que tengan las personas involucradas. Por poner un ejemplo, si ya tengo un coche, ¿para qué quiero dos? Aunque a lo mejor, sí que estoy interesado en un coche más amplio y confortable ¿trabajaría más horas por tener un segundo coche?
Una reducción de las horas trabajadas en vez de un aumento de la producción, también sería positivo para el medio ambiente y el consumo de energía, ya que con menos insumos se conseguiría lo mismo.
Probablemente no lleguemos a predecir lo que pasará dentro de cien años, pero quizás si veamos el momento en que podamos revisar si Keynes se equivocó.
Todo muy bien, te imaginas que tuviéramos un tope salarial por nuestro trabajo, y a partir de ese tope, trabajáramos para nosotros.
Beneficio para la empresa, aliciente para nosotros y más pruductividad, que es de lo que se trata
No es mala idea. Quizás debería haber formas de remuneración más creativas y flexibles.